Este año se producen dos hechos que nos han animado a realizar una pequeña síntesis de la historia de una actividad apasionante que conjuga ciencia y deporte: la espeleología.
Por un lado, la celebración del centenario del descubrimiento de las pinturas rupestres de La Valltorta, en la comarca del Maestrat (Castellón). Unas pinturas de 7.000 años de antigüedad pertenecientes al llamado Arte Rupestre Levantino declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en las que hay representadas escenas de la vida cotidiana, así como diferentes rituales.
Por otro lado, este año Les Coves de Sant Josep de Vall d’Uixó (Castellón), el río subterráneo navegable más largo de Europa, inicia una nueva actividad única en el continente, el EspeleoKayak
Ambas son muestras de la relación del ser humano con las cavidades desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días. La primera de suma importancia para el desarrollo de la humanidad y la segunda con una motivación lúdico-deportiva.
La relación del ser humano con las cavidades da un paso más allá durante el s. XIX, cuando empieza a desarrollarse la exploración y estudio directo de las cavidades, dando lugar a una nueva ciencia, la espeleología. Una ciencia que abarca multitud de campos como la geografía, la geología, la paleontología, la arqueología, la zoología o la antropología (la faceta deportiva de la espeleología se conoce como espeleísmo, aunque este término apenas se usa).
El término espeleología proviene de las palabras griegas spelaion (caverna) y logos (tratado) y fue acuñado en 1890 por el prehistoriador Emile Rivière. Pero no fue él, si no, un abogado apasionado de las ciencias naturales y de la geografía, el considerado padre de la espeleología moderna, el francés Édouard Alfred Martel. Fue un pionero en el desarrollo de técnicas y medios para la exploración de cavidades, como escaleras de cuerda o canoas desmontables.
E.A. Martel inicio sus exploraciones en el Macizo Central francés, tan solo en el periodo que va de 1888 a 1893, examinó más de 230 cuevas y grutas, recorriendo más de 250km de galerías subterráneas. Todas las maravillas contempladas en el subsuelo durante esas expediciones las plasmó en 1894 en la publicación de “Les Abîmes” (Los Abismos).